Soy acompañante en una escuela de educación libre, un lugar maravilloso donde los pilares fundamentales son el respeto y la libertad. En este blog reflejaré mis experiencias, opiniones y conocimientos. Porque otra educación es posible
domingo, 28 de diciembre de 2014
jueves, 6 de noviembre de 2014
El duelo y el niño
Pese a que la muerte es algo natural, es parte de la vida y es un destino al que tarde o temprano todos nos enfrentaremos, hablar de ella es difícil, y más con un niño.
No saber que decirle a los peques tras la muerte de un ser querido, hace que muchas veces los adultos utilicen metáforas para hacerles entender la situación. Pero ¿Eso es lo mejor?
Es muy importante permitir que el niño viva su duelo y que se sienta acompañado en todo momento, tenga la edad que tenga,
Acompañar a un niño en duelo significa ante todo no apartarle de la realidad que se está viviendo, con la escusa de ahorrarle sufrimiento.Los niños son muy sensibles y sienten que la energía del adulto es de tristeza o dolor, sienten los cambios de rutina y la ausencia del ser fallecido, se dan cuenta de que algo pasa y esta incertidumbre les afecta y mucho.
Aunque resulte muy doloroso y difícil hablar de la muerte con el niño, es mejor hacerlo lo antes posible. Cuando hayan pasado las primeras horas de mayor dramatismo y confusión, esto es muy importante, le explicaremos lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras. por ejemplo:"Ha ocurrido algo muy triste nuestra mascota ha muerto. ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir"
¿Pero que ocurre cando este ser que muere es una persona con la que el niño tiene un vinculo fuerte?
Todos los seres vivos mueren "incluyendo los peces, los insectos y las personas"
¿Cómo le damos la noticia? ¿Y si nos pregunta por qué? ¿ Donde ha ido cuando se ha muerto? o cualquier otra pregunta a la que no tenemos repuesta ¿ Qué le decimos?
Estos son algunas, de las preguntas y opiniones que hacen los niños sobre la muerte, solo algunas puesto que cada niño es diferente y tiene su propia percepción sobre la muerte.
-¿Qué es la muerte?
-¿Por qué la gente se muere?
-¿Me voy a morir?
-¿Qué le pasan a los que mueren? ¿Dónde van?
-Si te mueres y pasan miles de años te vuelves un fosil.
-La muerte es como una rueda, te mueres, naces, te mueres y vuelves a nacer, pero como cuando naces no sabes hablar, luego ya no te acuerdas.
.A mi me han dicho que mi abuelo está en el cielo.Lo que no entiendo es como lo hace para no caer.
-Si te comes esas bolitas rojas del arbol te envenenas y te vas al cielo y luego te caes y te mueres.
-Mi abuelo vive en el cielo y mi abuela en Valladolid.
-Me han dicho que un entierro es que te meten en la tierra y luego te vas al cielo, y luego te mueres.
-Cuando nosotros no existíamos, existían los que ahora no existen.
-Mi gato se ha muerto, pero no estoy triste porque cuando vuelva a nacer lo hará en mi familia-
No saber que decirle a los peques tras la muerte de un ser querido, hace que muchas veces los adultos utilicen metáforas para hacerles entender la situación. Pero ¿Eso es lo mejor?
Es muy importante permitir que el niño viva su duelo y que se sienta acompañado en todo momento, tenga la edad que tenga,
Acompañar a un niño en duelo significa ante todo no apartarle de la realidad que se está viviendo, con la escusa de ahorrarle sufrimiento.Los niños son muy sensibles y sienten que la energía del adulto es de tristeza o dolor, sienten los cambios de rutina y la ausencia del ser fallecido, se dan cuenta de que algo pasa y esta incertidumbre les afecta y mucho.
Aunque resulte muy doloroso y difícil hablar de la muerte con el niño, es mejor hacerlo lo antes posible. Cuando hayan pasado las primeras horas de mayor dramatismo y confusión, esto es muy importante, le explicaremos lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras. por ejemplo:"Ha ocurrido algo muy triste nuestra mascota ha muerto. ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir"
¿Pero que ocurre cando este ser que muere es una persona con la que el niño tiene un vinculo fuerte?
Todos los seres vivos mueren "incluyendo los peces, los insectos y las personas"
¿Cómo le damos la noticia? ¿Y si nos pregunta por qué? ¿ Donde ha ido cuando se ha muerto? o cualquier otra pregunta a la que no tenemos repuesta ¿ Qué le decimos?
Estos son algunas, de las preguntas y opiniones que hacen los niños sobre la muerte, solo algunas puesto que cada niño es diferente y tiene su propia percepción sobre la muerte.
-¿Qué es la muerte?
-¿Por qué la gente se muere?
-¿Me voy a morir?
-¿Qué le pasan a los que mueren? ¿Dónde van?
-Si te mueres y pasan miles de años te vuelves un fosil.
-La muerte es como una rueda, te mueres, naces, te mueres y vuelves a nacer, pero como cuando naces no sabes hablar, luego ya no te acuerdas.
.A mi me han dicho que mi abuelo está en el cielo.Lo que no entiendo es como lo hace para no caer.
-Si te comes esas bolitas rojas del arbol te envenenas y te vas al cielo y luego te caes y te mueres.
-Mi abuelo vive en el cielo y mi abuela en Valladolid.
-Me han dicho que un entierro es que te meten en la tierra y luego te vas al cielo, y luego te mueres.
-Cuando nosotros no existíamos, existían los que ahora no existen.
-Mi gato se ha muerto, pero no estoy triste porque cuando vuelva a nacer lo hará en mi familia-
Bien lo primero que tenemos que tener en cuenta a la hora de aclarar dudas a los niños, es siempre decir la verdad, pero dando espacio para que surjan en él las dualidades del tipo de pensamiento que posee.
A continuación reflejo algunas sugerencias de como enfocar la muerte a un niño.
A continuación reflejo algunas sugerencias de como enfocar la muerte a un niño.
- Admitir que los adultos no tenemos respuestas para todo.
- Hacer participar al niño en el proceso de enfermedad y muerte, si lo desea, nunca hay que obligar al niño a que haga algo que no desea.
- No aislar al niño de las penas.
- No asociar la muerte al pecado o al castigo.
- No evitar la palabra muerte.
- No asociar la muerte con un viaje, cansancio o enfermedad.
- Comunicarle lo antes posible la situación.
- Concederle el mismo privilegio de los adultos respecto a expresar su amor y afecto al difunto.
- Facilitarle la expresión de otros sentimientos, emociones y estados de animo: rabia, enfado, tristeza...
Y algo imprescindible en el duelo del niño, la presencia de un adulto cercano que lo pueda sostener emocionalmente, un abuelo, una tía o alguien cercano a los padres y al niño. Normalmente los adultos están devastados por la perdida del ser querido y el niño queda solo con sus dudas y desconciertos.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Permite que tu hijo llore y ria
Los niños precisan expresar sus sentimientos de dolor llorando y gritando para
poderlos superar del todo y así curarse de los efectos de las experiencias angustiosas. El llanto es el proceso que permite sanar el trauma y los niños no se sentirán mejor hasta
que puedan dar rienda suelta a sus lágrimas. Llantos y rabietas son las formas más
eficaces que tienen los niños de hacer frente al estrés y mantenerse sanos.
Los niños no lloran más de lo necesario, y deben sentirse amados y aceptados cuando lloran.
Cuando necesitan llorar utilizan cualquier pretexto para hacerlo.
A la mayoría de nosotros no nos dejaron llorar lo suficiente cuando fuimos pequeños.
Nos distrajeron, riñeron, castigaron o ignoraron cuando intentábamos sanar nuestras
propias heridas de infancia mediante el llanto. Nos ofrecieron juguetes o comida como
elementos de distracción y nos elogiaban cuando no llorábamos. Captamos el mensaje
de que llorar es inaceptable. Esto nos llevó a creer que una parte de nosotros no era
buena y comenzamos a reprimir ciertos aspectos de nuestra personalidad para agradar a
nuestros padres. Aprendimos a tragarnos las lágrimas, a negar nuestros sentimientos, a
inhibir la esencia más profunda de nuestro ser.
Tenemos una fuerte tendencia a evitar que nuestros hijos lloren, como nuestros padres hicieron con nosotros.
Reír es tan importante como llorar y es un mecanismo de liberación de tensión
que ayuda a los niños a liberar los sentimientos de miedo, rabia, vergüenza, inseguridad
e incapacidad. Las personas suelen reír cuando se sienten asustadas, asombradas o
incómodas. ALETHA J. SOLTER
poderlos superar del todo y así curarse de los efectos de las experiencias angustiosas. El llanto es el proceso que permite sanar el trauma y los niños no se sentirán mejor hasta
que puedan dar rienda suelta a sus lágrimas. Llantos y rabietas son las formas más
eficaces que tienen los niños de hacer frente al estrés y mantenerse sanos.
Los niños no lloran más de lo necesario, y deben sentirse amados y aceptados cuando lloran.
Cuando necesitan llorar utilizan cualquier pretexto para hacerlo.
A la mayoría de nosotros no nos dejaron llorar lo suficiente cuando fuimos pequeños.
Nos distrajeron, riñeron, castigaron o ignoraron cuando intentábamos sanar nuestras
propias heridas de infancia mediante el llanto. Nos ofrecieron juguetes o comida como
elementos de distracción y nos elogiaban cuando no llorábamos. Captamos el mensaje
de que llorar es inaceptable. Esto nos llevó a creer que una parte de nosotros no era
buena y comenzamos a reprimir ciertos aspectos de nuestra personalidad para agradar a
nuestros padres. Aprendimos a tragarnos las lágrimas, a negar nuestros sentimientos, a
inhibir la esencia más profunda de nuestro ser.
Tenemos una fuerte tendencia a evitar que nuestros hijos lloren, como nuestros padres hicieron con nosotros.
Reír es tan importante como llorar y es un mecanismo de liberación de tensión
que ayuda a los niños a liberar los sentimientos de miedo, rabia, vergüenza, inseguridad
e incapacidad. Las personas suelen reír cuando se sienten asustadas, asombradas o
incómodas. ALETHA J. SOLTER
sábado, 1 de noviembre de 2014
Estar en una escuela libre
¿ Qué es eso de escuela libre? ¿Cómo son?¿Y qué hacen?¿Y por qué?
Estas preguntas me las hacen muy a menudo, estas y otras muchas que surgen ante estas escuelas tan tan diferentes.
Pues bien estar en una escuela libre no significa que los niños puedan hacer cualquier cosa, en las escuelas libres existen límites y normas que regulan la convivencia, la diferencia es que nuestras normas no se le imponen a los niños por que lo dicen los adultos, sino, que las decidimos junto a ellos valorando todas las opiniones. En ocasiones hasta son los niños los que deciden por ellos mismo que es necesaria una norma que hasta el momento no existía. Sin ir más lejos, hace unos días cinco de nuestros niños estaban jugando y uno de ellos se choco con otro, entonces pararon el juego y dijo uno de ellos " se ha hecho daño por saltar tan alto, vamos a poner la norma de no saltar tan alto a este juego" "no es justo porque a mi me gusta saltar muy alto" dijo otro " pues a votaciones"dijo el otro y de este modo quedo consensuada una nueva norma.
Ver esto es alucinante puesto que la edad de estos niños era de tres años el más peque a cinco el más grande.
En estas escuelas se favorece que sea el propio niño el que busque respuesta, y que sea él el verdadero protagonista de su aprendizaje, esta es otra gran diferencia de la escuela convencional nuestra pedagogía está más orientada a los procesos de aprendizaje que a los objetivos., aquí es el niño el que decide cuando, como y con quién quiere aprender algo. Nadie sabe mejor que él mismo lo que necesita aprender. El aprendizaje se tiene que dar desde el interior hacia el exterior y cuando se permite que se dé de esta forma es impresionante ver hasta donde pueden llegar, es maravilloso.
Estas preguntas me las hacen muy a menudo, estas y otras muchas que surgen ante estas escuelas tan tan diferentes.
Pues bien estar en una escuela libre no significa que los niños puedan hacer cualquier cosa, en las escuelas libres existen límites y normas que regulan la convivencia, la diferencia es que nuestras normas no se le imponen a los niños por que lo dicen los adultos, sino, que las decidimos junto a ellos valorando todas las opiniones. En ocasiones hasta son los niños los que deciden por ellos mismo que es necesaria una norma que hasta el momento no existía. Sin ir más lejos, hace unos días cinco de nuestros niños estaban jugando y uno de ellos se choco con otro, entonces pararon el juego y dijo uno de ellos " se ha hecho daño por saltar tan alto, vamos a poner la norma de no saltar tan alto a este juego" "no es justo porque a mi me gusta saltar muy alto" dijo otro " pues a votaciones"dijo el otro y de este modo quedo consensuada una nueva norma.
Ver esto es alucinante puesto que la edad de estos niños era de tres años el más peque a cinco el más grande.
En estas escuelas se favorece que sea el propio niño el que busque respuesta, y que sea él el verdadero protagonista de su aprendizaje, esta es otra gran diferencia de la escuela convencional nuestra pedagogía está más orientada a los procesos de aprendizaje que a los objetivos., aquí es el niño el que decide cuando, como y con quién quiere aprender algo. Nadie sabe mejor que él mismo lo que necesita aprender. El aprendizaje se tiene que dar desde el interior hacia el exterior y cuando se permite que se dé de esta forma es impresionante ver hasta donde pueden llegar, es maravilloso.
Otra gran diferencia de estas escuelas es la ratio, la ratio es muy pequeña de unos siete u ocho niños por acompañante, además estos acompañantes dan mucho valor a la parte emocional y cuidan mucho la afectividad, en estas escuelas se forman vinculos muy fuertes y no solo con los niños sino también con los padres. En estos espacios las acompañantes respetan y confían en el proceso madurativo de cada uno de los niños y en su ritmo interior de aprendizaje.
Los conflictos es otra de las grandes diferencias de estas escuelas, se trabaja mucho la resolución de conflictos, las acompañantes solo intervienen en ellos cuando es preciso, y siempre gestionándolos , no resolviéndolos y por supuesto siempre de forma respetuosa, pero firme. La pregunta que escucho más a menudo sobre este tema es: ¿Cuándo un niño pega a otro como lo resuelves" Lo primero que contesto es: no lo resuelvo, lo gestiono si es necesario, puesto que la gran mayoría de veces son los niños los que lo resuelven sin nuestra ayuda. Pero en el caso de que no sea así pues, en primer lugar atendemos al niño que ha sido agredido y después pedimos que nos comuniquen que ha ocurrido, al niño que ha pegado se le dice de forma siempre respetuosa pero firme que nadie tiene derecho de hacer daño a nadie que si está enfadado con el otro niño esta en su derecho, pero que tiene que resolverlo hablando, nunca pegando, y no acabamos aquí, al niño que ha sido agredido se le dice que tiene que ser él el que ponga límites al otro y que si ha hecho algo que no le ha gustado que le mire a los ojos y se lo diga de forma firme, pero con respeto .
Las escuelas libres son la semilla para que el mundo futuro sea más humano y respetuoso
Los conflictos es otra de las grandes diferencias de estas escuelas, se trabaja mucho la resolución de conflictos, las acompañantes solo intervienen en ellos cuando es preciso, y siempre gestionándolos , no resolviéndolos y por supuesto siempre de forma respetuosa, pero firme. La pregunta que escucho más a menudo sobre este tema es: ¿Cuándo un niño pega a otro como lo resuelves" Lo primero que contesto es: no lo resuelvo, lo gestiono si es necesario, puesto que la gran mayoría de veces son los niños los que lo resuelven sin nuestra ayuda. Pero en el caso de que no sea así pues, en primer lugar atendemos al niño que ha sido agredido y después pedimos que nos comuniquen que ha ocurrido, al niño que ha pegado se le dice de forma siempre respetuosa pero firme que nadie tiene derecho de hacer daño a nadie que si está enfadado con el otro niño esta en su derecho, pero que tiene que resolverlo hablando, nunca pegando, y no acabamos aquí, al niño que ha sido agredido se le dice que tiene que ser él el que ponga límites al otro y que si ha hecho algo que no le ha gustado que le mire a los ojos y se lo diga de forma firme, pero con respeto .
Las escuelas libres son la semilla para que el mundo futuro sea más humano y respetuoso
sábado, 25 de octubre de 2014
Tu hijo es...
Nunca me canso de leer a Carlos González y este es uno de
mis textos favoritos, forma parte de su libro “Bésame mucho” y espero q os
guste tanto como a mí.
Autor: Dr. Carlos González
Cuando una esposa afirma que su marido es muy bueno,
probablemente es un hombre cariñoso, trabajador, paciente, amable… En cambio,
si una madre exclama “mi hijo es muy bueno”, casi siempre quiere decir que se
pasa el día durmiendo, o mejor que “no hace más que comer y dormir” (a un
marido que se comportase así le llamaríamos holgazán). Los nuevos padres oirán
docenas de veces (y pronto repetirán) el chiste fácil: “¡Qué monos son… cuando
duermen!”
Y así los estantes de las librerías, las páginas de las
revistas, las ondas de la radio, se llenan de “problemas de la infancia”: problemas
de sueño, problemas de alimentación, problemas de conducta, problemas en la
escuela, problemas con los hermanos… Se diría que cualquier cosa que haga un
niño cuando está despierto ha de ser un problema.
Nadie nos dice que nuestros hijos, incluso despiertos (sobre
todo despiertos), son gente maravillosa; y corremos el riesgo de olvidarlo. Aún
peor, con frecuencia llamamos “problemas”, precisamente, a sus virtudes.
Tu hijo es generoso
Marta juega en la arena con su cubo verde, su pala roja y su
caballito. Un niño un poco más pequeño se acerca vacilante, se sienta a su lado
y, sin mediar palabra (no parece que sepa muchas) se apodera del caballito,
momentáneamente desatendido. A los pocos minutos, Marta decide que en realidad
el caballito es mucho más divertido que el cubo, y lo recupera de forma
expeditiva. Ni corto ni perezoso, el otro niño se pone a jugar con el cubo y la
pala. Marta le espía por el rabillo del ojo, y comienza a preguntarse si su
decisión habrá sido la correcta. ¡El cubo parece ahora tan divertido!
Tal vez la mamá de Marta piense que su hija “no sabe
compartir”. Pero recuerde que el caballito y el cubo son las más preciadas
posesiones de Marta, digamos como para usted el coche. Y unos minutos son para
ella una eternidad. Imagine ahora que baja usted de su coche, y un desconocido,
sin mediar palabra, sube y se lo lleva. ¿Cuántos segundos tardaría usted en
empezar a gritar y a llamar a la policía? Nuestros hijos, no le quepa duda, son
mucho más generosos con sus cosas que nosotros con las nuestras.
Tu hijo es desinteresado
Sergio acaba de mamar; no tiene frío, no tiene calor, no
tiene sed, no le duele nada… pero sigue llorando. Y ahora, ¿qué más quiere?
La quiere a usted. No la quiere por la comida, ni por el
calor, ni por el agua. La quiere por sí misma, como persona. ¿Preferiría acaso
que su hijo la llamase sólo cuando necesitase algo, y luego “si te he visto no
me acuerdo”? ¿Preferiría que su hijo la llamase sólo por interés?
El amor de un niño hacia sus padres es gratuito, incondicional,
inquebrantable. No hace falta ganarlo, ni mantenerlo, ni merecerlo. No hay amor
más puro. El doctor Bowlby, un eminente psiquiatra que estudió los problemas de
los delincuentes juveniles y de los niños abandonados, observó que incluso los
niños maltratados siguen queriendo a sus padres.
Un amor tan grande a veces nos asusta. Tememos
involucrarnos. Nadie duda en acudir de inmediato cuando su hijo dice “hambre”,
“agua”, “susto”, “pupa”; pero a veces nos creemos en el derecho, incluso en la
obligación, de hacer oídos sordos cuando sólo dice “mamá”. Así, muchos niños se
ven obligados a pedir cosas que no necesitan: infinitos vasos de agua, abrir la
puerta, cerrar la puerta, bajar la persiana, subir la persiana, encender la
luz, mirar debajo de la cama para comprobar que no hay ningún monstruo… Se ven
obligados porque, si se limitan a decir la pura verdad: “papá, mamá, venid, os
necesito”, no vamos. ¿Quién le toma el pelo a quién?
Tu hijo es valiente
Está usted haciendo unas gestiones en el banco y entra un
individuo con un pasamontañas y una pistola. “¡Silencio! ¡Al suelo! ¡Las manos
en la nuca!” Y usted, sin rechistar, se tira al suelo y se pone las manos en la
nuca. ¿Cree que un niño de tres años lo haría? Ninguna amenaza, ninguna
violencia, pueden obligar a un niño a hacer lo que no quiere. Y mucho menos a
dejar de llorar cuando está llorando. Todo lo contrario, a cada nuevo grito, a
cada bofetón, el niño llorará más fuerte.
Miles de niños reciben cada año palizas y malos tratos en
nuestro país. “Lloraba y lloraba, no había manera de hacerlo callar” es una
explicación frecuente en estos casos. Es la consecuencia trágica e inesperada
de un comportamiento normal: los niños no huyen cuando sus padres se enfadan,
sino que se acercan más a ellos, les piden más brazos y más atención. Lo que
hace que algunos padres se enfaden más todavía. Si que huyen los niños, en
cambio, de un desconocido que les amenaza.
Los animales no se enfadan con sus hijos, ni les riñen.
Todos los motivos para gritarles: sacar malas notas, no recoger la habitación,
ensuciar las paredes, romper un cristal, decir mentiras… son exclusivos de
nuestra especie, de nuestra civilización. Hace sólo 10.000 años había muy pocas
posibilidades de reñir a los hijos. Por eso, en la naturaleza, los padres sólo
gritan a sus hijos para advertirles de que hay un peligro. Y por eso la
conducta instintiva e inmediata de los niños es correr hacia el padre o la
madre que gritan, buscar refugio en sus brazos, con tanta mayor intensidad
cuanto más enfadados están los progenitores.
Tu hijo sabe perdonar
Silvia ha tenido una rabieta impresionante. No se quería
bañar. Luchaba, se revolvía, era imposible sacarle el jersey por la cabeza (¿por
qué harán esos cuellos tan estrechos?). Finalmente, su madre la deja por
imposible. Ya la bañaremos mañana, que mi marido vuelve antes a casa; a ver si
entre los dos…
Tan pronto como desaparece la amenaza del baño, tras sorber
los últimos mocos y dar unos hipidos en brazos de mamá, Silvia está como nueva.
Salta, corre, ríe, parece incluso que se esfuerce por caer simpática. El cambio
es tan brusco que coge por sorpresa a su madre, que todavía estará enfadada
durante unas horas. “¿Será posible?” “Mírala, no le pasa nada, era todo
cuento”.
No, no era cuento. Silvia estaba mucho más enfadada que su
madre; pero también sabe perdonar más rápidamente. Silvia no es rencorosa.
Cuando Papá llegue a casa, ¿cuál de las dos se chivará? (“Mamá se ha estado
portando mal…”). El perdón de los niños es amplio, profundo, inmediato, leal.
Tu hijo sabe ceder
Jordi duerme en la habitación que sus padres le han
asignado, en la cama que sus padres le han comprado, con el pijama y las
sábanas que sus padres han elegido. Se levanta cuando le llaman, se pone la
ropa que le indican, desayuna lo que le dan (o no desayuna), se pone el abrigo,
se deja abrochar y subir la capucha porque su madre tiene frío y se va al cole
que sus padres han escogido, para llegar a la hora fijada por la dirección del
centro.
Una vez allí, escucha cuando le hablan, habla cuando le
preguntan, sale al patio cuando le indican, dibuja cuando se lo ordenan, canta
cuando hay que cantar. Cuando sea la hora (es decir, cuando la maestra le diga
que ya es la hora) vendrán a recogerle, para comer algo que otros han comprado
y cocinado, sentado en una silla que ya estaba allí antes de que él naciera.
Por el camino, al pasar ante el quiosco, pide un
“Tontanchante”, “la tontería que se engancha y es un poco repugnante”, y que
todos los de su clase tienen ya. “Vamos, Jordi, que tenemos prisa. ¿No ves que
eso es una birria?” “¡Yo quiero un Totanchante, yo quiero, yo quiero…!” Ya
tenemos crisis.
Mamá está confusa. Lo de menos son los 20 duros que cuesta
la porquería ésta. Pero ya ha dicho que no. ¿No será malo dar marcha atrás?
¿Puede permitir que Jordi se salga con la suya? ¿No dicen todos los libros,
todos los expertos, que es necesario mantener la disciplina, que los niños han
de aprender a tolerar las frustraciones, que tenemos que ponerles límites para
que no se sientan perdidos e infelices? Claro, claro, que no se salga siempre
con la suya. Si le compra ese Tontachante, señora, su hijo comenzará una
carrera criminal que le llevará al reformatorio, a la droga y al suicidio.
Seamos serios, por favor. Los niños viven en un mundo hecho
por los adultos a la medida de los adultos. Pasamos el día y parte de la noche
tomando decisiones por ellos, moldeando sus vidas, imponiéndoles nuestros
criterios. Y a casi todo obedecen sin rechistar, con una sonrisa en los labios,
sin ni siquiera plantearse si existen alternativas. Somos nosotros los que nos
“salimos con la nuestra” cien veces al día, son ellos los que ceden. Tan
acostumbrados estamos a su sumisión que nos sorprende, y a veces nos asusta, el
más mínimo gesto de independencia. Salirse de vez en cuando con la suya no sólo
no les va hacer ningún daño, sino que probablemente es una experiencia
imprescindible para su desarrollo.
Tu hijo es sincero
¡Cómo nos gustaría tener un hijo mentiroso! Que nunca dijera
en público “¿Por qué esa señora es calva?” o ¿Por qué ese señor es negro?” Que
contestase “Sí” cuando le preguntamos si quiere irse a la cama, en vez de
contestar “Sí” a nuestra retórica pregunta “¿Pero tú crees que se pueden dejar
todos los juguetes tirados de esta manera?”
Pero no lo tenemos. A los niños pequeños les gusta decir la
verdad. Cuesta años quitarles ese “feo vicio”. Y, entre tanto, en este mundo de
engaño y disimulo, es fácil confundir su sinceridad con desafío o tozudez.
Tu hijo es buen hermano
Imagínese que su esposa llega un día a casa con un guapo
mozo, más joven que usted, y le dice: “Mira, Manolo, este es Luis, mi segundo
marido. A partir de ahora viviremos los tres juntos, y seremos muy felices.
Espero que sabrás compartir con él tu ordenador y tu máquina de afeitar. Como
en la cama de matrimonio no cabemos los tres, tú, que eres el mayor, tendrás
ahora una habitación para tí solito. Pero te seguiré queriendo igual”. ¿No le
parece que estaría “un poquito” celoso? Pues un niño depende de sus padres
mucho más que un marido de su esposa, y por tanto la llegada de un competidor
representa una amenaza mucho más grande. Amenaza que, aunque a veces abrazan
tan fuerte a su hermanito que le dejan sin aire, hay que admitir que los niños
se toman con notable ecuanimidad.
Tu hijo no tiene prejuicios
Observe a su hijo en el parque. ¿Alguna vez se ha negado a
jugar con otro niño porque es negro, o chino, o gitano, o porque su ropa no es
de marca o tiene un cochecito viejo y gastado? ¿Alguna vez le oyó decir “vienen
en pateras y nos quitan los columpios a los españoles”? Tardaremos aún muchos
años en enseñarles esas y otras lindezas.
Tu hijo es comprensivo
Conozco a una familia con varios hijos. El mayor sufre un
retraso mental grave. No habla, no se mueve de su silla. Durante años, tuvo la
desagradable costumbre de agarrar del pelo a todo aquél, niño o adulto, que se
pusiera a su alcance, y estirar con fuerza. Era conmovedor ver a sus
hermanitos, con apenas dos o tres años, quedar atrapados por el pelo, y sin
gritar siquiera, con apenas un leve quejido, esperar pacientemente a que un
adulto viniera a liberarlos. Una paciencia que no mostraban, ciertamente, con
otros niños. Eran claramente capaces de entender que su hermano no era
responsable de sus actos.
Si se fija, observará estas y muchas otras cualidades en sus
hijos. Esfuércese en descubrirlas, anótelas si es preciso, coméntelas con otros
familiares, recuérdeselas a su hijo dentro de unos años (“De pequeño eras tan
madrugador, siempre te despertabas antes de las seis…”) La educación no
consiste en corregir vicios, sino en desarrollar virtudes. En potenciarlas con
nuestro reconocimiento y con nuestro ejemplo.
La semilla del bien
Observando el comportamiento de niños de uno a tres años en
una guardería, unos psicólogos pudieron comprobar que, cuando uno lloraba, los
otros espontáneamente acudían a consolarle. Pero aquellos niños que habían
sufrido palizas y malos tratos hacían todo lo contrario: reñían y golpeaban al
que lloraba. A tan temprana edad, los niños maltratados se peleaban el doble
que los otros, y agredían a otros niños sin motivo ni provocación aparente, una
violencia gratuita que nunca se observaba en niños criados con cariño.
viernes, 24 de octubre de 2014
Control de esfinteres
Vamos a hablar de control de esfínteres. No
de retirada de pañal. El pañal no deberíamos retirarlo si antes no existe
control de esfínteres… y sin embargo, solemos hacerlo al revés, como si
creyésemos que quitando el soporte se logra antes la maduración de una función
corporal.
Vamos a verlo más claro en un ejemplo de otra función madurativa:
Un bebé de 13 meses que va en brazos de su
madre, en su bandolera o en su carro… es igual dónde. No sabe andar, pero todas
hemos escuchado que “aproximadamente entre los 12 y los 15 meses los niños
empiezan a andar”, bien, pues al bebé de nuestro ejemplo como no da señales de
aprender por sí mismo le vamos a dejar en el suelo y a partir de ahora no le
vamos a coger, ni llevar de un lado a otro… así aprende a andar, ¿absurdo? Pues
es lo que hacemos cuando le quitamos el pañal a un niño… intentar que aprenda a
andar a base de sacarle el soporte con el que lo acompañamos de un lado a otro.
Y precisamente como se trata de un proceso
madurativo, no sólo no podemos hacer mucho por acelerarlo sino que además, debemos admitir que es difícil que ocurra de un día para el otro. Aunque sí hay
niños que un día deciden dejar el pañal y realmente nunca tienen un escape, lo
habitual es que el control de esfínteres sea un complejo proceso de “ensayo y
error”. Igual que sucede con otro proceso madurativo: el habla, a pesar de que los
niños empiezan a comunicarse pronto, nadie pretende que un buen día, cuando
empiezan a hablar, lo hagan con la corrección de un adulto tanto fonética como
gramaticalmente, permitimos que tengan “lengua de trapo”, incluso nos hace
gracia, y hasta hay quien les imita y se comunica con ellos en un lenguaje
similar al suyo (mira, hijo, un “babau”, aquí viene la “lela” y cosas por el
estilo). Sin embargo, en cuanto al control de la orina y las heces, no
admitimos un solo “fallo”, no se trata de ponernos a hacer pis en los
pantalones igual que ellos para acompañarlos, sino aceptar que, de manera
natural están aprendiendo (en gerundio), es decir, lo van haciendo poco a poco
y no en el momento en que nosotros decidimos que hay que retirar el pañal.
Prueba de que se va produciendo poco a poco
es que muchos niños (no voy a decir todos porque a algunos no les pasa, pero sí
a la mayoría), aunque normalmente no tengan escapes, aunque siempre pidan pis y
caca, tanto de día como de noche, de repente un día, se les olvida y tienen un
escape, o se ponen nerviosos y tienen un escape, o les da la risa, o se meten
tanto en una actividad que se les olvida… ¿a vosotros os pasa? ¿Nunca? ¿Ni
cuando os reís mucho? Pues será porque en vosotros sí está adquirida la
función, el proceso ha madurado completamente… pero en los niños no, va
sucediendo poco a poco, y estos escapes son cada vez menos frecuentes hasta
que, finalmente, alrededor de los 6 años, dejan, sencillamente, de ocurrir.
Desde este supuesto, es decir, si
consideramos el control de esfínteres como un proceso madurativo, no nos puede
extrañar ni molestar que nuestro hijo, un día, vuelva a pedir o a necesitar los
pañales. Puede que durante unas semanas haya ido al baño o utilizado el orinal
sin problemas, pero por la causa que sea de repente puede volver a haber
escapes importantes, y nuestro hijo puede pedir el pañal porque no se siente a gusto
mojado, o bien podemos sugerir nosotros la posibilidad de volver a usarlo. No
es un retroceso, es un estadio normal del desarrollo, que dará a nuestro hijo
más confianza, tanto en sí mismo como en nosotros. En sí mismo, porque será
capaz de tener controlado un aspecto que suele plantearse como problemático en
muchas situaciones… en nosotros, porque verá que le aceptamos sea lo que sea
que decida hacer con su cuerpo y sus funciones.
INCONVENIENTES DE RETIRAR EL PAÑAL ANTES DE
QUE EL CONTROL ESTÉ INSTAURADO
Pérdida de confianza del niño en sí mismo:
Si le decimos que a partir de un momento es mayor para controlar esfínteres, y
decidimos unilateralmente retirar el pañal, le estamos comunicando a nuestro
hijo que, tal como hace las cosas, ya no es correcto hacerlas, y si tomamos una
decisión que le afecta de una manera tan absoluta, debe ser por algo que está
haciendo mal, o al menos, de un modo que a nosotros no nos complace. Eso mina
la seguridad que el niño tiene en sí mismo, pero a la vez, la confianza inmensa
que tiene en nosotros, la confianza de que le amamos tal cual es, con sus
medias palabras, con sus saltos torpes y con sus pañales.
Logística de limpieza y cambio de ropa:
Quizás suene absurdo, pero retirar el pañal antes de tiempo, requiere un fondo
de armario considerable, además de salir de casa con mudas de todos los
accesorios de cintura para abajo. Además, requiere una fregona a mano y lista
en todo momento y montoncitos de ropa mojada por toda la casa… ¿de verdad
creéis que nuestros hijos se sienten a gusto?
El idioma pis: Retirar el pañal supone
establecer lo que Laura Gutman llama el “idioma pis”… desde que nos preparamos
para salir empezamos a preguntar obsesivamente: “¿quieres hacer pis?, ¿has
hecho pis?, ¿de verdad que no? ¿Y caca, este niño ha hecho hoy caca?” y luego,
cada diez minutos, estemos donde estemos, delante de quien estemos, lo
preguntamos sin descanso, incluso nos atrevemos a llevar a nuestros hijos
contra su voluntad al servicio de diversos bares y restaurantes “a ver si sale”.
PAÑAL NOCTURNO
Parece que existe unanimidad en el hecho de
que una vez retirado el pañal diurno, el pañal nocturno debe ir detrás en pocos
días. Ni sí ni no… dependerá, como con el pañal diurno, de vuestro hijo, de si
amanece o no con el pañal mojado y, por supuesto, de si quiere hacerlo. No pasa
nada porque un niño se pase meses, o incluso años, usando pañal nocturno aunque
haya dejado ya el diurno… es un control más difícil sencillamente porque el
niño está completamente relajado, no está pendiente de sus posibles escapes, y
como está aprendiendo, simplemente sucede.
¿POR QUÉ NOS EMPEÑAMOS EN ADELANTAR EL
PROCESO?
No tengo ni idea de por qué lo hacían en
otras épocas, pero hoy en día, la “culpa” de todo esto la tiene,
principalmente, el cole. Si los niños van a la Escuela Infantil, en muchas de
ellas, el último año ya se organizan rondas de orinal para que se vayan
acostumbrando… y si no van, sus madres nos cuidamos mucho de, a partir de la
última primavera previa al cole, ir retirando el pañal. Sencillamente porque,
en la grandísima mayoría de los coles españoles, un niño con pañal no es
admitido y, en el mejor de los casos, será admitido sin pañal pero sus padres
tendrán que ir a cambiarlo cada vez que haya un “accidente”. Y muchas familias,
simplemente no pueden permitirse dejar el trabajo, que puede no quedar en la
misma ciudad, e ir al colegio una o dos veces por mañana, ni siquiera aunque
esto no ocurra todos los días. Si la educación infantil comenzase a los 4 años
muchas familias se quitarían de encima el problema del control de esfínteres…
sucedería por sí solo en la gran mayoría de los casos en algún momento antes de
la entrada en el cole.
Y otro de los motivos que existen para este
empeño en “hacer algo” en vez de esperar que la naturaleza siga su curso la
tiene la cultura de la competitividad y la eficiencia, el rollo mi hijo ya hace
tal o cual, que no se diga que mi hijo se queda retrasado, pues el niño de
fulanita ya no lleva pañal, la tremenda presión social que representa el que
TODOS se quiten el pañal, el presumir del hijo más listo y más independiente.
miércoles, 22 de octubre de 2014
Periodo de adaptación
Me gustaría
hablar un poco sobre el periodo de
adaptación, aunque personalmente opino que debería llamarse periodo de vinculación
ya que el niño se separa de sus padres por primera vez, es decir, se separa del
primer y más importante vinculo de su vida y para que esta separación se
realice de forma sana y natural, el niño ha de establecer vínculos con otros adultos,
con un nuevo espacio y con otros niños.
Para que estos
nuevos vínculos se den es necesario que exista un período de tiempo en donde se
comparta el espacio ,donde convivan los padres, los niños y las acompañantes. Esta es la forma de aproximarse a ese otro adulto
en un entorno seguro, cuando todavía los
papás están cerca por si los necesita el
niño. Y, a su vez, por parte de las acompañantes también existe en ese momento
la tranquilidad de poder construir el vínculo en base al placer compartido con
el niño y no tanto por situarse como autoridad que pone límites y define lo que
se puede y lo que no se puede hacer en el espacio. Estas primeras normas
básicas de funcionamiento son mucho mejor acogidas por los niños, por lo
general, cuando la acompañante primero
se las transmite a los padres y éstos actúan como “portavoces” de estas normas
con sus hijos.
Si en ese
momento, los padres están presentes, serán ellos los que marcarán los límites
al niño, lo que permite que la relación del niño con la acompañante se inicie
más desde el placer que desde la
frustración. En estos primeros contactos del niño con su acompañante referente,
el padre o la madre observan cómo es esa relación, cómo se aproximan
mutuamente, cómo van cogiendo confianza a través del juego compartido, de la
presentación del espacio de la escuela, de los materiales, de los juegos, de
otros niños, etc.
Otra imagen importante para los padres en
estos momentos es cuando ven cómo las
acompañantes interactúan con el resto de niños que ya no están con sus papás o mamás.
En este tiempo que la familia está acompañando al niño en la escuela, los
padres observan cómo les acompañamos, les acogemos, les permitimos expresar sus emociones
desde la tranquilidad y alegría hasta la
tristeza y el enfado. Ven como es la despedida de otros niños, unos acompañan a
mamá o papá hasta la puerta, otros necesitan un abrazo… cada día van
construyendo sus pequeños rituales de despedida, rituales que le van a dar la
seguridad y confianza para el momento de la separación.
Con la
observación de estos procesos los papás y mamás van confiando poco a poco
puesto que están viendo que cuando ellos no estén allí sus niños estarán bien
acompañados. Esto es de vital importancia puesto que es tan importante la
confianza del niño hacia nosotras como la de los papás, no solo a nosotras,
también hacia el espacio, los otros niños y
lo más importante a su hijo.
Esta separación
es difícil no solo para los niños, algunas veces son los papás los que no están
preparados para marchar y el niño también responde a ese inconsciente de los
padres. Es difícil diferenciar lo que pertenece al sentir de los padres y lo
que forma parte del sentir del niño. Por ese motivo acompañamos el proceso del
niño y también el de los papás.
Me gustaría
terminar con un resumen muy cortito de lo que ocurre en el día a día del
periodo de vinculación en nuestra escuelita:
Los primeros
días uno de los papás está presente pero
en un lugar diferente “ la sala de los cuentos” de dónde hay actividades y
juegos con otros niños y niñas; el niño conoce el camino y bien solo o con
ayuda de su acompañante, acude a ella para refugiarse, reasegurarse,
encontrarse y volver a separase para
seguir explorando en el nuevo espacio. Y justo cuando el peque lo esté pasando
mejor la acompañante invitará al papá o mamá a marcharse. Esto es difícil pero
se trata de que el niño se marche a casa
con ganas de más.
Poco a poco,
cuando sea el momento el papá o la mamá empieza a irse un rato, alargando cada vez más
el tiempo de separación si se ve que hay
un nivel de aceptación considerable. Ejemplo: “mamá se va a comprar y en un
rato vengo por ti” es importante que el
niño se despida y escuche lo que le está diciendo mamá. Y Cuando mamá vuelva le mostrará el pan que ha
comprado “tenemos que ser coherentes y sinceros”.
Un día por él
mismo y ante la perplejidad de los papás, el niño con su lenguaje nos comunica
que ya se pueden ir, que es su momento para la adaptación e integración sana. Su deseo de la novedad o
la curiosidad son más fuertes que la seguridad encontrada al lado de la madre.
Después de esto
puede ocurrir, y de hecho es natural que ocurra, que se dé un retroceso, volver
a pedir que vuelvan los papás; hecho que no interpretamos negativamente sino
como parte de un proceso positivo en la necesidad de reasegurarse para alcanzar
la plena independencia. En este caso respetamos la necesidad del niño y, si lo
necesita, papá o mamá se quedará más tiempo acompañándole en el espacio.
Límites pocos y claros
Los límites pueden generar en el niño malestar y
frustración pues le estamos enseñando
que no todo es posible. Pero aprender a tolerar los límites favorece a la
constitución de la personalidad del niño y su maduración, desarrollando la
capacidad de esperar y de entender que no todo puede ser satisfecho
inmediatamente.
No se trata entonces de evitarle al niño situaciones
de frustración, sino de enseñarle a aceptar las limitaciones. Debemos buscar un
equilibrio entre las experiencias de gratificación y de frustración. Como todos
sabemos los niños pequeños sienten que pueden hacer cualquier cosa, este
sentimiento de omnipotencia debe disminuir para adaptarse a la convivencia
social. La puesta de límites funciona como una forma de ayudar al niño a
controlar aquellos aspectos que no puede manejar por sí solo. Las normas le
muestran lo que puede y lo que no puede, lo que es y lo que no es, dándole seguridad,
conciencia de su identidad y diferenciándolo de los demás.
“¿Cómo te sentirías tú si
vas de noche por una carretera que no conoces, sin ningún tipo de señalización,
ni líneas pintadas en la carretera?
Los límites son
delimitaciones del camino, son cercos que nos protegen, que nos dan seguridad”
¿Cómo poner límites?
No debemos tener miedo a
decir NO, no tenemos que sentir culpa
por limitar. Intentemos explicarle al niño el porqué de la negativa,
respetando su nivel de comprensión.
Es muy posible que
ciertas personas por tratar de agradar o por no perder el amor de sus hijos,
accedan a todo lo que ellos les pidan. Pero a largo plazo no resulta ser una
buena estrategia. O puede suceder lo
contrario, por querer brindar una imagen de autoridad, retamos constantemente
cayendo cada vez en estrategias que no tienen repercusión , ya que por tanto
reto y castigo, se pierde el verdadero valor del límite: su eficacia.
La falta de límite, sin
lugar a dudas, suele ser la causa de numerosos trastornos infantiles entre
otros, la agresividad. Por lo tanto, lo ideal es lograr un equilibrio basado en
la comprensión, coherencia y límites claros sin rigidez ni autoritarismo.
Hay situaciones que uno sabe que no puede permitir, mientras en otras se puede
ser más flexible.
Con esto lograremos que
el día de mañana sean independientes, seguros, respetuosos y libres.
Detalles muy importantes
·
Las normas tienen que ser coherentes, claras y específicas.
·
El niño tiene
que saber claramente lo que se espera de él. La norma debe establecer qué tiene
que hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo y qué consecuencias supondrá su
cumplimiento o incumplimiento.
·
Hay que
explicar el sentido que tiene la norma para el bienestar del niño y el grupo
(familia o clase). “Si estamos todos con el culete en la alfombra todos veremos
el cuento”.
·
Cuando estamos pidiendo al niño que cumpla una norma
es esencial que tengamos seguridad en lo
que estamos diciendo.
·
Si queremos que se cumpla una norma primero tenemos
que dar ejemplo. No sería lógico decirle “tienes que ponerte la chaqueta porque
hace frio” mientras que nosotros la llevamos en la mano.
·
Las normas deben
estar ajustadas a la edad y al desarrollo evolutivo del niño. Si la norma es
poner la mesa, no puede ser igual para un niño de 2 años que a uno de 8, y esto
es necesario explicárselo.
·
Ofrecer alternativas para que pueda elegir, de este
modo podrá ver que lo que ocurre es una consecuencia de su decisión. Por
ejemplo, “mi amor, hay dos opciones
ponerte los zapatos tu solo o ponértelos con la ayuda de papá”.
·
Es importante centrarnos en lo mejor del niño y no en
lo peor. Reconocer los aspectos positivos y ver los negativos como algo que se
puede mejorar.
·
Reconocerle
cualquier esfuerzo por pequeño que sea aunque estemos convencidos de que puede
hacerlo mejor. Por ejemplo “te has puesto un zapato tú solo”
.
Educar con respeto
1. NUNCA
FALTES AL RESPETO A UN NIÑO.
Evita por todos los medios gritar, insultar,
amenazar, pegar, castigar, humillar o despreciar con gestos a los niños. Parece
obvio, pero está claro que no lo es. Es obvio que no debemos gritar, insultar,
amenazar, etc. a nuestros compañeros de trabajo, ni a nuestros amigos o
familiares, ni al dependiente del supermercado, porque… sería una grave falta
de respeto. Pero cuando se trata de un niño lo blanco se vuelve gris, y es que
en el siglo XXI todavía tenemos una asignatura pendiente: el respeto a los niños
como personas de pleno derecho que son. Ante una posible falta de respeto de un
niño hacia nosotros, nunca olvidemos que el que está aprendiendo aún es él y
que nuestra respuesta coherente, tranquila y equilibrada será la clave de su
aprendizaje.
2. CREA
UN BUEN CLIMA.
Un buen clima lo
es todo. Enlazando con el punto anterior, vayamos un paso más allá, intentemos
crear un ambiente relajado y cordial. Los niños son verdaderas esponjas y se
fijan mucho más en el lenguaje corporal y en el ambiente que en lo que decimos,
con ellos no sirven las contradicciones. No sirve que le diga con una sonrisa
“Mi amor, cómete los garbanzos” si mis dientes están apretados y mi cuerpo
tenso, si resoplo y le meto la cuchara con prisa, el mensaje para el niño está
claro. Exigimos a los niños, que aún no tienen un concepto del tiempo
desarrollado, que se den prisa a todas horas, que nos sigan a todas partes
“vamos, corre, que llegamos tarde” y en el camino nos ven insultar al conductor
de delante, resoplar y maldecir, mandar mil mensajes por el móvil como si se
estuviera acabando el mundo… El ambiente de prisas y tensión en el que hoy en
día nos hemos acostumbrado a vivir no ayuda a la hora de educar. Los niños no
sólo lo perciben, sino que lo comparten y lo reflejan en su comportamiento. Su
forma de liberar el estrés puede ser distinta a la de un adulto, pero no por
ello es menos válida ni menos grave.
3. LAS
NORMAS: POCAS Y CLARAS.
Este punto es muy importante a la hora de
educar. Debemos adaptar las normas a la edad de cada niño, algo como “comer con
la boca cerrada” es una norma adecuada para un niño de 6 años, no para uno de 2.
Algo como “no pegar” es una norma que se debe aprender desde el principio, no a
los 6 años.
Es fundamental que las normas básicas que
escojamos tengan un sentido para todos, debemos acordarlas en grupo o en
familia, explicar el por qué esa norma es importante y acordar qué va a pasar
si alguien (incluidos nosotros) no la cumple. Muy a menudo pregunto a los niños
por qué no se hace tal o cual cosa y su respuesta suele ser clara “porque te
castigan”. Este error se debe a imponer unas normas cuyo sentido está claro
para nosotros pero no para el niño, que ha venido al mundo sin un concepto
claro de lo que es “correcto o no” y lo aprende en función de las respuestas de
los que le rodean. Si cumple las normas simplemente para que no le riñan, su
moral dependerá siempre del juicio externo, por lo que las normas se pueden
incumplir siempre que no haya riesgo de que te pesquen infraganti (muchos
adultos aún se comportan así desgraciadamente) y no porque verdaderamente
comprende el perjuicio que causa con su comportamiento. El niño debe
comprender, aceptar, interiorizar y asumir como propias todas las normas que le
presentemos.
4. ESTABLECE
UN ORDEN EN SU VIDA.
Los niños no pueden controlar el orden de los
acontecimientos ni lo que les va a suceder a continuación, dependen en todo
momento de nuestras decisiones para ellos impredecibles y arbitrarias. Su
sentido del tiempo es además inmaduro y se guían más por relaciones de causa y
efecto o correlaciones. Por lo tanto, es vital para que se sientan seguros,
tranquilos y con un cierto control de lo que sucede en su vida que
establezcamos rutinas muy marcadas y anunciemos todo lo que se salga de esas
rutinas como una excepción.
5. REGÁLALE
TU PRESENCIA.
Todos nos hemos sentido fastidiados alguna vez
cuando nuestra pareja no nos está escuchando verdaderamente porque está mirando
el móvil o la televisión, cuando sentimos que nuestro amigo no está disfrutando
realmente de esa tarde juntos porque desearía estar haciendo otra cosa… A nadie
le gusta que le ignoren ni que le menosprecien; a los niños tampoco. Nuestras
agitadas vidas llenas de tareas y responsabilidades (y aparatos electrónicos)
no dejan lugar para ESTAR plena y verdaderamente con los demás. Regalemos a
nuestros niños un poco de tiempo de absoluta dedicación, sólo para charlar,
leer, jugar y hacer algo juntos. En ese tiempo no está permitido distraerse con
otras cosas ni con otros pensamientos, es muy importante estar presente en toda
su amplitud. Este no es un regalo unidireccional, porque nosotros recibiremos a
cambio, no sólo su verdadera entrega, presencia y placer de estar a nuestro
lado, sino también un cambio en su actitud. Un niño que se siente ignorado difícilmente
podrá desarrollarse bien y por lo tanto lo reflejará en su comportamiento.
6. AMOR
VERSUS AUTONOMÍA.
Constantemente veo cómo se confunden la
autonomía del niño y las muestras de amor o cariño hacia él. Muchas personas
entienden que si animan al niño a hacer cosas solo, están restándole amor o
atención. Nada más lejos de la realidad. La autonomía sirve al niño para hacer
crecer su autoestima y le da herramientas para afrontar las pequeñas tareas
cotidianas. Nosotros podemos y debemos estar ahí para alentarle, ayudarle a
descubrir sus capacidades, animarle y en caso necesario, prestar un pequeño
empujón. Recordemos algo muy importante cada vez que ayudamos a un niño sin que
él lo pida, tal vez por las prisas o por falta de confianza, le estamos
quitando una oportunidad de aprender y crecer. Esto no está reñido en absoluto
con mimar, acariciar, besar, cantar, contar cuentos, dormir abrazados y un
largo etcétera. Podemos y debemos proporcionar mucho de ambas cosas.
7.
EMPATÍA: PONTE EN SU LUGAR.
Parece fácil y lógico, pero no se hace con la
suficiente frecuencia. Para que exista una comunicación eficaz es necesario:
que el receptor comprenda el mensaje (el adulto debe adaptar su mensaje a la
mentalidad del niño); y que exista reciprocidad (el adulto también debe
escuchar los mensajes del niño y comprenderlos). Muy a menudo la falta de
empatía hace que no tengamos en cuenta cómo es, qué necesita y por qué actúa
así la persona que tenemos delante. Los niños nos lanzan mensajes
continuamente, la mayoría mensajes no verbales, y hay que aprender el “lenguaje
infantil” para poder interpretar lo que nos quieren decir, qué les está pasando
y cuáles son sus motivaciones. Esto sólo se consigue con una gran dosis de
empatía. El libro de Carlos González, “Bésame mucho” tiene varios ejemplos
prácticos de cómo ponernos en el lugar del niño.
8.
RESPÉTATE A TI MISMO; EXIGE RESPETO.
No
podemos educar con respeto si permitimos las faltas de respeto del niño.
Nuestro ejemplo es fundamental, por supuesto, pero no suficiente. Si ante las
faltas de respeto del niño nos mostramos impasibles, éstas irán en aumento, tendremos un niño
tirano e irrespetuoso que vive respetado pero no ha aprendido a devolver lo que
recibe. ¿Por qué el ejemplo no es suficiente? El ser humano aprende de las
respuestas que recibe de su entorno (si toco la plancha caliente me quemo) y
decide qué puede hacer y qué no en función de ellas. Las respuestas que
recibimos regulan nuestro comportamiento. Las emociones también se aprenden y
nuestras respuestas emocionales como el llanto, el enfado, la risa, la
tristeza, etc. no deben ocultarse ya que forman parte de nuestra humanidad. Si
un niño nos insulta o pega, debemos mostrar nuestros sentimientos de forma sana
y natural exigiendo respeto también de su parte.
9.
APRENDE DE ELLOS. SON NUESTROS MEJORES MAESTROS.
Los niños nos enseñan cada día a ser buenos
educadores. Si hemos logrado respetar, crear un buen clima, tener normas
claras, establecer rutinas, estar verdaderamente presentes y ponernos en su
lugar, ya sólo nos queda observar con atención todo lo que tienen que
enseñarnos. Siempre digo que los niños son el espejo en el que me miro. Ellos
me devuelven mis gestos y actitudes, me recuerdan mis propias normas y guían
mis pasos en la misma medida en que yo trato de guiar los suyos. No hay nada
más puro, limpio y satisfactorio que una relación sana con un niño, pero hay
que tener valor para querer verse reflejado y humildad para dejar que te
enseñen.
10.
ACEPTA LAS RECAÍDAS. LAS TUYAS Y LAS SUYAS.
Si
has llegado hasta aquí ¡enhorabuena! Sólo te falta un paso, un último escalón:
aceptar los retrocesos. Recordaros cada vez que los dos (el niño y tú) estáis
aprendiendo y tenéis derecho a equivocaros; no somos infalibles. Cuando cometas
un error no te vengas abajo, apúntalo en tu mente, aprovéchalo para recordarte
el buen camino y sigue adelante, subiendo peldaño a peldaño. Cuando encuentres
un niño que no responde a estas reglas básicas, que pese a tus esfuerzos sigue
respondiendo mal, no pienses que estas técnicas no sirven. Es fácil educar con
respeto a un niño modelo, lo difícil es seguir adelante con niños que nos retan continuamente. En esos momentos
tenderemos a pensar que la técnica no es la adecuada pero no es así. El buen
educador es fiel a lo que sabe que es lo correcto y lucha por ello.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)