Me gustaría
hablar un poco sobre el periodo de
adaptación, aunque personalmente opino que debería llamarse periodo de vinculación
ya que el niño se separa de sus padres por primera vez, es decir, se separa del
primer y más importante vinculo de su vida y para que esta separación se
realice de forma sana y natural, el niño ha de establecer vínculos con otros adultos,
con un nuevo espacio y con otros niños.
Para que estos
nuevos vínculos se den es necesario que exista un período de tiempo en donde se
comparta el espacio ,donde convivan los padres, los niños y las acompañantes. Esta es la forma de aproximarse a ese otro adulto
en un entorno seguro, cuando todavía los
papás están cerca por si los necesita el
niño. Y, a su vez, por parte de las acompañantes también existe en ese momento
la tranquilidad de poder construir el vínculo en base al placer compartido con
el niño y no tanto por situarse como autoridad que pone límites y define lo que
se puede y lo que no se puede hacer en el espacio. Estas primeras normas
básicas de funcionamiento son mucho mejor acogidas por los niños, por lo
general, cuando la acompañante primero
se las transmite a los padres y éstos actúan como “portavoces” de estas normas
con sus hijos.
Si en ese
momento, los padres están presentes, serán ellos los que marcarán los límites
al niño, lo que permite que la relación del niño con la acompañante se inicie
más desde el placer que desde la
frustración. En estos primeros contactos del niño con su acompañante referente,
el padre o la madre observan cómo es esa relación, cómo se aproximan
mutuamente, cómo van cogiendo confianza a través del juego compartido, de la
presentación del espacio de la escuela, de los materiales, de los juegos, de
otros niños, etc.
Otra imagen importante para los padres en
estos momentos es cuando ven cómo las
acompañantes interactúan con el resto de niños que ya no están con sus papás o mamás.
En este tiempo que la familia está acompañando al niño en la escuela, los
padres observan cómo les acompañamos, les acogemos, les permitimos expresar sus emociones
desde la tranquilidad y alegría hasta la
tristeza y el enfado. Ven como es la despedida de otros niños, unos acompañan a
mamá o papá hasta la puerta, otros necesitan un abrazo… cada día van
construyendo sus pequeños rituales de despedida, rituales que le van a dar la
seguridad y confianza para el momento de la separación.
Con la
observación de estos procesos los papás y mamás van confiando poco a poco
puesto que están viendo que cuando ellos no estén allí sus niños estarán bien
acompañados. Esto es de vital importancia puesto que es tan importante la
confianza del niño hacia nosotras como la de los papás, no solo a nosotras,
también hacia el espacio, los otros niños y
lo más importante a su hijo.
Esta separación
es difícil no solo para los niños, algunas veces son los papás los que no están
preparados para marchar y el niño también responde a ese inconsciente de los
padres. Es difícil diferenciar lo que pertenece al sentir de los padres y lo
que forma parte del sentir del niño. Por ese motivo acompañamos el proceso del
niño y también el de los papás.
Me gustaría
terminar con un resumen muy cortito de lo que ocurre en el día a día del
periodo de vinculación en nuestra escuelita:
Los primeros
días uno de los papás está presente pero
en un lugar diferente “ la sala de los cuentos” de dónde hay actividades y
juegos con otros niños y niñas; el niño conoce el camino y bien solo o con
ayuda de su acompañante, acude a ella para refugiarse, reasegurarse,
encontrarse y volver a separase para
seguir explorando en el nuevo espacio. Y justo cuando el peque lo esté pasando
mejor la acompañante invitará al papá o mamá a marcharse. Esto es difícil pero
se trata de que el niño se marche a casa
con ganas de más.
Poco a poco,
cuando sea el momento el papá o la mamá empieza a irse un rato, alargando cada vez más
el tiempo de separación si se ve que hay
un nivel de aceptación considerable. Ejemplo: “mamá se va a comprar y en un
rato vengo por ti” es importante que el
niño se despida y escuche lo que le está diciendo mamá. Y Cuando mamá vuelva le mostrará el pan que ha
comprado “tenemos que ser coherentes y sinceros”.
Un día por él
mismo y ante la perplejidad de los papás, el niño con su lenguaje nos comunica
que ya se pueden ir, que es su momento para la adaptación e integración sana. Su deseo de la novedad o
la curiosidad son más fuertes que la seguridad encontrada al lado de la madre.
Después de esto
puede ocurrir, y de hecho es natural que ocurra, que se dé un retroceso, volver
a pedir que vuelvan los papás; hecho que no interpretamos negativamente sino
como parte de un proceso positivo en la necesidad de reasegurarse para alcanzar
la plena independencia. En este caso respetamos la necesidad del niño y, si lo
necesita, papá o mamá se quedará más tiempo acompañándole en el espacio.
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