Los límites pueden generar en el niño malestar y
frustración pues le estamos enseñando
que no todo es posible. Pero aprender a tolerar los límites favorece a la
constitución de la personalidad del niño y su maduración, desarrollando la
capacidad de esperar y de entender que no todo puede ser satisfecho
inmediatamente.
No se trata entonces de evitarle al niño situaciones
de frustración, sino de enseñarle a aceptar las limitaciones. Debemos buscar un
equilibrio entre las experiencias de gratificación y de frustración. Como todos
sabemos los niños pequeños sienten que pueden hacer cualquier cosa, este
sentimiento de omnipotencia debe disminuir para adaptarse a la convivencia
social. La puesta de límites funciona como una forma de ayudar al niño a
controlar aquellos aspectos que no puede manejar por sí solo. Las normas le
muestran lo que puede y lo que no puede, lo que es y lo que no es, dándole seguridad,
conciencia de su identidad y diferenciándolo de los demás.
“¿Cómo te sentirías tú si
vas de noche por una carretera que no conoces, sin ningún tipo de señalización,
ni líneas pintadas en la carretera?
Los límites son
delimitaciones del camino, son cercos que nos protegen, que nos dan seguridad”
¿Cómo poner límites?
No debemos tener miedo a
decir NO, no tenemos que sentir culpa
por limitar. Intentemos explicarle al niño el porqué de la negativa,
respetando su nivel de comprensión.
Es muy posible que
ciertas personas por tratar de agradar o por no perder el amor de sus hijos,
accedan a todo lo que ellos les pidan. Pero a largo plazo no resulta ser una
buena estrategia. O puede suceder lo
contrario, por querer brindar una imagen de autoridad, retamos constantemente
cayendo cada vez en estrategias que no tienen repercusión , ya que por tanto
reto y castigo, se pierde el verdadero valor del límite: su eficacia.
La falta de límite, sin
lugar a dudas, suele ser la causa de numerosos trastornos infantiles entre
otros, la agresividad. Por lo tanto, lo ideal es lograr un equilibrio basado en
la comprensión, coherencia y límites claros sin rigidez ni autoritarismo.
Hay situaciones que uno sabe que no puede permitir, mientras en otras se puede
ser más flexible.
Con esto lograremos que
el día de mañana sean independientes, seguros, respetuosos y libres.
Detalles muy importantes
·
Las normas tienen que ser coherentes, claras y específicas.
·
El niño tiene
que saber claramente lo que se espera de él. La norma debe establecer qué tiene
que hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo y qué consecuencias supondrá su
cumplimiento o incumplimiento.
·
Hay que
explicar el sentido que tiene la norma para el bienestar del niño y el grupo
(familia o clase). “Si estamos todos con el culete en la alfombra todos veremos
el cuento”.
·
Cuando estamos pidiendo al niño que cumpla una norma
es esencial que tengamos seguridad en lo
que estamos diciendo.
·
Si queremos que se cumpla una norma primero tenemos
que dar ejemplo. No sería lógico decirle “tienes que ponerte la chaqueta porque
hace frio” mientras que nosotros la llevamos en la mano.
·
Las normas deben
estar ajustadas a la edad y al desarrollo evolutivo del niño. Si la norma es
poner la mesa, no puede ser igual para un niño de 2 años que a uno de 8, y esto
es necesario explicárselo.
·
Ofrecer alternativas para que pueda elegir, de este
modo podrá ver que lo que ocurre es una consecuencia de su decisión. Por
ejemplo, “mi amor, hay dos opciones
ponerte los zapatos tu solo o ponértelos con la ayuda de papá”.
·
Es importante centrarnos en lo mejor del niño y no en
lo peor. Reconocer los aspectos positivos y ver los negativos como algo que se
puede mejorar.
·
Reconocerle
cualquier esfuerzo por pequeño que sea aunque estemos convencidos de que puede
hacerlo mejor. Por ejemplo “te has puesto un zapato tú solo”
.
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