miércoles, 22 de octubre de 2014

Límites pocos y claros

Los límites pueden generar en el niño malestar y frustración pues le estamos  enseñando que no todo es posible. Pero aprender a tolerar los límites favorece a la constitución de la personalidad del niño y su maduración, desarrollando la capacidad de esperar y de entender que no todo puede ser satisfecho inmediatamente.
No se trata entonces de evitarle al niño situaciones de frustración, sino de enseñarle a aceptar las limitaciones. Debemos buscar un equilibrio entre las experiencias de gratificación y de frustración. Como todos sabemos los niños pequeños sienten que pueden hacer cualquier cosa, este sentimiento de omnipotencia debe disminuir para adaptarse a la convivencia social. La puesta de límites funciona como una forma de ayudar al niño a controlar aquellos aspectos que no puede manejar por sí solo. Las normas le muestran lo que puede y lo que no puede, lo que es y lo que no es, dándole seguridad, conciencia de su identidad y diferenciándolo de los demás.

“¿Cómo te sentirías tú si vas de noche por una carretera que no conoces, sin ningún tipo de señalización, ni líneas pintadas en la carretera?
Los límites son delimitaciones del camino, son cercos que nos protegen, que nos dan seguridad”

¿Cómo poner límites?
No debemos tener miedo a decir NO, no tenemos que sentir culpa  por limitar. Intentemos explicarle al niño el porqué de la negativa, respetando su nivel de comprensión.
Es muy posible que ciertas personas por tratar de agradar o por no perder el amor de sus hijos, accedan a todo lo que ellos les pidan. Pero a largo plazo no resulta ser una buena estrategia. O  puede suceder lo contrario, por querer brindar una imagen de autoridad, retamos constantemente cayendo cada vez en estrategias que no tienen repercusión , ya que por tanto reto y castigo, se pierde el verdadero valor del límite: su eficacia.

La falta de límite, sin lugar a dudas, suele ser la causa de numerosos trastornos infantiles entre otros, la agresividad. Por lo tanto, lo ideal es lograr un equilibrio basado en la comprensión, coherencia y límites claros sin rigidez ni autoritarismo. Hay situaciones que uno sabe que no puede permitir, mientras en otras se puede ser más flexible.
Con esto lograremos que el día de mañana sean independientes, seguros, respetuosos y libres.




Detalles muy importantes

·        Las normas tienen que ser coherentes,  claras y específicas.
·         El niño tiene que saber claramente lo que se espera de él. La norma debe establecer qué tiene que hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo y qué consecuencias supondrá su cumplimiento o incumplimiento.
·         Hay que explicar el sentido que tiene la norma para el bienestar del niño y el grupo (familia o clase). “Si estamos todos con el culete en la alfombra todos veremos el cuento”.
·        Cuando estamos pidiendo al niño que cumpla una norma es esencial que tengamos  seguridad en lo que estamos diciendo.
·        Si queremos que se cumpla una norma primero tenemos que dar ejemplo. No sería lógico decirle “tienes que ponerte la chaqueta porque hace frio” mientras que nosotros la llevamos en la mano.
·        Las normas  deben estar ajustadas a la edad y al desarrollo evolutivo del niño. Si la norma es poner la mesa, no puede ser igual para un niño de 2 años que a uno de 8, y esto es necesario explicárselo.
·        Ofrecer alternativas para que pueda elegir, de este modo podrá ver que lo que ocurre es una consecuencia de su decisión. Por ejemplo,  “mi amor, hay dos opciones ponerte los zapatos tu solo o ponértelos con la ayuda de papá”.
·        Es importante centrarnos en lo mejor del niño y no en lo peor. Reconocer los aspectos positivos y ver los negativos como algo que se puede mejorar.
·         Reconocerle cualquier esfuerzo por pequeño que sea aunque estemos convencidos de que puede hacerlo mejor. Por ejemplo “te has puesto un zapato tú solo”
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